El Centro Integral de Educación de Lwiro (CIEL), en la RD Congo, ha comenzado a impartir el segundo ciclo de formación después de haber superado con notable éxito su primera etapa de funcionamiento. Así lo ha confirmado la empresa ‘Desarrollo y Cooperación’ que ha sometido al CIEL a un proceso de evaluación externa y, a falta del informe final, le ha concedido una buenísima calificación.
El CIEL es un centro de formación no reglada construido y puesto en marcha por Coopera, con financiación del Gobierno de La Rioja y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Ha nacido con el fin de dar posibilidades educativas a niños y adultos y que la formación suponga una oportunidad para el desarrollo local de esta zona.

Desde julio de 2009 ha impartido 12 cursos (de informática, inglés, francés, ecoturismo, malnutrición, jardín botánico, productividad de campos y encuadernación) y ha expedido 351 certificados de formación.

En el primer ciclo, el 24% del alumnado han sido mujeres que han conseguido 79 certificados y sólo han registrado 6 casos de abandono frente a los 39 casos de hombres. Los cursos donde mayor presencia ha tenido la mujer congolesa han sido sobre los de francés y también en el de jardín botánico, donde han acudido en su mayoría las integrantes de la asociación Malwiuma, que se encargan de trabajar en el huerto del Centro de Recuperación de Primates de Lwiro.

Los cursos con los que ha estrenado este segundo ciclo son productividad del ganado, inglés y francés y en breve abrirá la inscripción para alfabetizar en kiswahili.

Directora y profesores
La directora del CIEL es Marthe Kilosho Tabu, Diplomada en Biología-Química en 1982 en el ISP/Mbanza-Ngungu. Junto a ella otras 23 personas trabajan en CIEL como profesores o ayudantes.

‘Mamá Kilosho’ había trabajado anteriormente como profesora de química y biología en escuelas en el Congo Central, Kasai y Bandundu, y también en el Instituto Katana, y como técnica de investigación en el laboratorio de Entomología Medical para el proyecto ‘paludismo y lucha antipalúdica’. También estuvo en el ejército, donde la enrolaron durante dos años siguiendo la orden del Presidente de la época que quería instituir el sistema de servicio militar obligatorio para cada finalista de las Humanidades. A la muerte de su marido, Augustin Atumisi, con quien tuvo cinco hijos, regresó a su provincia natal de Kivu del Sur, donde logró un pequeño trabajo como cajera en una cooperativa de ahorro COOPEC/Ibanda durante un año y luego en el CRSN de Lwiro como técnica de investigación.